viernes, 9 de diciembre de 2011

El José Antonio de Zavala (por Kiko Méndez Monasterio en La Gaceta 2-12-11)


(El autor del artículo, Kiko Méndez)

Al principio fue un chaval de treinta años defendiendo contra todos la memoria digna de su padre.
·       Al final, o sea ahora, es un proscrito del pensamiento y de la historia, y su tumba el objeto de debate de unos expertos grises que discuten si es conveniente profanarla.
Entre lo uno y lo otro, José Antonio Primo de Rivera ha sido en España casi todo: brillante diputado, capitán de juventudes, la portada de esos libros de FEN, y más que nada poesía, versos que prometían primaveras sonrientes en un siglo que era invierno, y que sólo torcía el gesto para esbozar muecas de odio o de desprecio. Resulta imprescindible tanto para la parafernalia de un régimen como para entender literatura grandísima del ayer - Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Sánchez Silva, Rafael Sánchez Mazas, García Serrano...- y hasta es el protagonista de un soneto escondido del mayor de los Machado.
José Antonio ha sido mito, excusa, ausencia, estilo, sangre, quizá un peso excesivo para un hombre al que sólo dejaron vivir treinta y tres años, porque también fue involuntario mártir de una cruzada que ya no es cruzada, sólo guerra fraticida ahora que el embalaje de su pensamiento y su obra se ha quedado en el lado demonizado de la historia, al menos de esta historia pueril y maniquea construida por el complejo, la ideología y la ignorancia.
Con todo, todavía inspira sana curiosidad ese joven marqués al que los terratenientes llamaban bolchevique y que fusilaron los socialistas. Por eso es pertinente el último título de José María Zavala “La pasión de José Antonio”, un libro que sirve para profundizar, recordar o descubrir a una figura tan utilizada como incomprendida. Zavala merece la pena porque es toda una referencia en la divulgación histórica, y ha sabido acercarse al personaje con una rarísima higiene intelectual, que sobresale entre tantos oportunistas de la memoria, esos que se disputan los restos desabridos de un banquete sucio.

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